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sábado, 12 de julio de 2008

Paulino, el chico de las bicis

"No llego, no llego", pensaba mientras pedaleaba furiosa hacia mi lugar de trabajo.
Como siempre, una llamada inesperada de última hora, de ésas que lo ponen a uno de mal humor por mal recibidas, había sonado dos minutos antes de salir de casa. Tuve la parsimonia de aguantar, mal que bien, la llamadita, y cuando logré deshacerme del insistente vendedor de cremas de baba de caracol, arranqué atropelladamente hacia la oficina.
Casi tiro un tiesto que no vi, a poco más me atropella un camión enorme de éstos de desescombro (cómo hubiera quedado de haber sucedido, risa me da al imaginarlo)... un perro despistado que pasaba por la carretera estuvo a punto de ser perro muerto a manos de dos ruedas alocadas... Afortunadamente, nada de esto ocurrió, y llegué por fin a donde tenía que llegar.
Una vez hube aparcado la bici en un sitio seguro, y encontrado las llaves de la puerta de entrada, me dispuse a abrir. Pero... allí había una bolsita con un papelito escrito a mano. Apremiada como estaba por la hora, ni siquiera reparé en la bolsita, y abrí y pasé toda la jornada sin percatarme de ello.
Cuando terminé mi día de trabajo, sin embargo, me di cuenta de que había algo en el suelo del porche, en la entrada. Era la bolsa que no había visto aún. Me agaché, la recogí con curiosidad y la abrí casi con reparo, como si esperara que saliera de ella un conejo blanco con un reloj de leontina gritando "¡Llego tarde, llego tarde!". Para mi desilusión, nada de eso salió de la bolsa. Allí sólo había un montón de folletos del servicio de bicicletas, y una nota lo acompañaba.
"Soy Paulino -rezaba-, el chico de las bicicletas. Te dejo todo esto para la gente que pregunte por ello, y te escribo mi teléfono para que me llames si necesitas algo."
La verdad es que terminé de leer la nota con una sonrisa en la cara, algo entre ternura y complicidad que era difícil de explicar.
Desde ese día, Paulino, el misterioso chico de las bicicletas, ha ido dejándome pequeños "regalitos" a la puerta de la cabaña, siempre acompañados de su peculiar notita escrita a mano con esfuerzo (o eso deducía yo por la letra, apretada y cuidadosa).
Y desde ese día, siempre me ha gustado imaginar cómo sería Paulino.
Tenía que ser una persona más bien mayor, a juzgar por su letra florida y cursiva, apretada y casi caligráfica. Pensé que sería una persona activa, por su trabajo y por la movilidad que éste implica; que sería más bien tierno, por esa complicidad y naturalidad de sus notas; me lo imaginaba con uan camisa de cuadros arremangada, abiertos los primeros botones, un poco calvo y de rostro afable. El misterioso chico de las bicicletas, Paulino.
Hará algunos días, Paulino se pasó por la cabaña. Lo vi llegar en su furgoneta blanca con el logotipo del servicio de bicicletas, parar a mi derecha, estacionar el vehículo en el aparcamiento y acercarse. Mientras le vi venir me invadió una extraña sensación, como si estuviera a punto de conocer a alguien que ya conocía y a quien he estado mucho tiempo sin ver... no sé. Entró, se presentó, me sonrió. Se puso a explicarme cosas y a contarme anécdotas, con cara de estar pasándoselo muy bien... me era extraño escuchar esa voz que tanto había jugueteado en mi imaginación, que sonaba a la vez rara y conocida. Se despidió por fin, y lo vi alejarse y echar una ojeada a las bicis.
Hoy, no sé por qué, me he acordado de Paulino y me han entrado ganas de escribir sobre él.
Curiosidades de la vida, mientras yo escribía esto, toda concentrada, ha entrado en la cabaña con su habitual cara entre risueña y solemne y me ha saludado como un viejo amigo saluda a una vieja amiga. Me he asustado un poco, no lo negaré, la verdad que ha sido una extraña coincidencia, pero me ha alegrado un poquito esta mañana fría y nublada.
Y me he preguntado... ¿qué diría el pobre Paulino si supiera que cuando ha entrado estabas escribiendo sobre él? Probablemente se hubiera reído, o quizá se hubiera asustado un poco (normal, no es muy común que anden escribiendo sobre ti), no sé... creo que a mí me gustaría que alguien escribiese sobre mí. Sería raro... pero me haría gracia. Más que nada porque significa que alguien, sea por lo que fuere, ha reparado en mí y le he parecido lo suficientemente literaria como para hacer de mí un relato. Y eso da hasta escalofríos.
Para Paulino, el chico de las bicis, por sus notas y por alegrarme las mañanas.

3 imaginan conmigo:

Carlota dijo...

¿sabes? me ha encantado. Y creo que a Paulino, de saberlo, le encantaría. No creo en las casualidades, creo que de alguna forma Paulino tenía que aparecer en tu vida en algún momento, y lo ha hecho. ¿Para qué? supongo que lo descubrirás. De momento, buena señal esa comodidad de toda la vida que sientes con su presencia, incluso sin ella. Puede que tan sólo para que escribieras sobre él, aunque no lo creo :). Como decía Humprey, "esto puede ser el inicio de una gran amistad". Un besoo!

Anónimo dijo...

Yo tb quiero un Paulino en mi curro!! *.*

Y si que escriban de ti da escalofríos, lo que de verdad asustan son las coincidencias como la que te ha pasado, eso de estar pensando en alguien y que aparezca... da miedo, pero a la vez me encanta ^^

Un besazo!!

Kiri dijo...

Yo tengo mucha mano con el tema de las bicis...ya sabes...el triciclo cada tanto para su revisión correspondiente. Me encantó la historia y seguramente, Paulito...dará para otro post. Suerte y al toro...nunca se sabe...Un beso.