CLICK HERE FOR BLOGGER TEMPLATES AND MYSPACE LAYOUTS »

domingo, 20 de abril de 2008

Tarde de tortitas




Sábado por la tarde. Lloviendo sin parar. Viento.

Día cabañero, que diría mi abuelo.


Sin nada que hacer, excepto estudiar para el examen de la semana que viene... y claro, eso siempre puede esperar. ¿Y qué se hace en las tardes lluviosas de sábado? Se ve la peli de turno, se lee en el sofá con la manta de cuadros, se llama a algún amigo lejano... o se hacen tortitas. La receta, olvidada tiempo ha, tuve que pedírsela a mi padre por teléfono. Milagrosamente, había de todo en casa y no hubo necesidad de bajar al súper a comprar nada (y de todas formas, con la que estaba cayendo, hubiera preferido ponerle hasta mostaza con tal de no bajar).


La receta al final no sirvió de mucho, dada la imaginación que le echó el cocinero... y gracias a lo cual salieron para chuparse los dedos. Me parece a mí que el secreto fue echarles azúcar y canela... mmm. En resumidas cuentas... toda una delicia crepuscular. Si es que ya lo dice él, con cariño todo sale mejor. :) Y con chocolate y mermelada, y buena compañía, me da a mí que más todavía!


Tortitas para una tarde lluviosa de sábado/domingo:

  • 1/4 l. de leche
  • 1/4 kg. de harina de trigo
  • 2 cucharadas de mantequilla (ablandada)
  • 1 cucharadita de levadura
  • 1 pizca de sal
  • Azúcar a discreción
  • Un toque de canela
  • Mucho, mucho cariño ;)

Se mezcla todo en un bol y se bate todo junto hasta que quede una masa relativamente... masa, no sé. Si está muy espesa, se echa un poco de leche. Antes de ponerlas en la sartén, se unta una cucharadita de mantequilla en el fondo para que no se pegue. Y ya está, vuelta y vuelta y al plato. Con chocolate y mermelada de fresa están buenísimas, aunque yo tengo una mejor que suelo hacer en verano: se echa un chorro de leche en la tortita, después se exprime un poco de limón encima, se echa azúcar y se mezcla todo. Delicioso.



Ah! Y lo más importante... ponedle muuuuucho cariño, y sabrá inmejorable! Que aproveche! ;)

jueves, 17 de abril de 2008

*El tiempo pasa


Desde mi sólida banqueta, o sea desde mi trono de pelagatos, veo desfilar el tiempo y sus minucias, los torbellinos del desorden, las fragatas que en el puerto se mecen impasibles, los murciélagos que inmóviles vigilan, las golondrinas que regresan cargadas de experiencia.



También manos que ahora son casi garras, bocas seductoras que reclaman besos, pieles que se convierten en pellejos, ojos que aman cuando miran, colinas de allá lejos que se acercan, arroyos que se vuelven ríos, ríos que se vuelven mares.



Desde mi sólida banqueta, desde mi trono de pelagatos, veo cielos que se aclaran y se oscurecen, viejitas que no hace mucho eran muchachas, desalientos que fueron esperanzas. Pero también futuros que se abren y nos llaman, con promesas que quién sabe y no obstante admitimos.



El tiempo pasa sin interrupciones, con paisajes que llenan el contorno, alarmas con abismos, glorias inaccesibles, perdones que no pedimos y alborotos en la conciencia cerrada con candado.



Hasta que una noche inesperada, los párpados sucumben y ya no se levantan.




Mario Benedetti - Vivir adrede

Cómo ser responsable y otras tareas imposibles


Hoy me he levantado con la firme convicción de que iba a hacer que fuera un día perfecto. A veces no sé si es porque me dicen que soy una Virgo típica o porque simplemente es que soy rara y no hay otra explicación. Pero es algo que me pasa desde pequeña: me levanto y pienso, "Hoy va a ser todo perfecto". Y esos días raros de mi vida se suelen repetir periódicamente... más que nada porque siempre que me propongo un día perfecto, éste acaba convirtiéndose en un auténtico desastre.



Pero como para desastres ya fui ayer bien servida (nota mental: no volver a hincharme a brioches a las once de la noche), decidí que, para contrarrestar el mal humor que se me quedó tras la revisión del ensayo de literatura (maldito Goethe, menos mal que a ése no le puedo pinchar las ruedas del coche, que si no se iba a enterar), lo mejor era, cómo no, irme a una librería.


Las librerías son algo así como mi perdición. Eso de que haya tanto libro junto que no he leído me produce escalofríos, y tengo la malsana costumbre de querer leer todo libro que atrae mi atención. Y claro, no puede ser. Primero, porque bastante tengo ya con la pila de libros atrasados de mi mesilla de noche. Segundo, porque los libros están muy caros y no me da para tanto. Y tercero, porque si comprara todos los libros que me han llamado la atención... creo que no entraría por la puerta de casa.


Así que nada... me puse a ojear (y hojear) libros y al final me quedé entre tres. El primero era un ensayo, una carta de amor que un hombre le escribe a su esposa cuando se entera de que ésta está enferma de cáncer de endometrio. Simplemente me robó el corazón. Pero claro... 14 eurazos que desde luego no tenía. El segundo, un libro de Álvaro Mutis, que como nunca leí nada de él, pues me llamó la atención (además creo que eran relatos góticos cortos, con lo que me gustan!). Y el tercero, que finalmente es el que tengo ahora en mis manos, es un libro pequeñito titulado "Cocina para hijos emancipados". Al principio me sonaba en plan "cocina para tontos", pero no, me parece que me va a ser la tira de útil, tiene muchos platos fáciles de hacer, rápidos y con ingredientes que todo el mundo tiene.



Así pues, he decidido que hoy bajaré (por fin!) al súper, me haré una lista de abuela con todo lo que tengo que comprar, rezaré para que no me cueste todo más de 20 euros, porque es lo máximo que abulta mi cartera en estos momentos, volveré a casa flamante con mis compras y haré una comida rica rica de mi libro de cocina. Habrá que rezar también para que no ocurra un desastre (se me quemará, míticamente, o le faltará sal, o se me pegará a la cazuela...).



Pero no pasará nada, porque hoy he decidido ser responsable y que sea un día perfecto. Eso pasa por recoger la cocina, lavar todo lo que está en el fregadero, recoger la ropa apilada en la silla de la sala desde hace ya mínimo una semana, planchar lo que necesite ser planchado, fregar el baño (que ahora mismo parece un campo de minas), recoger mi cuarto, hacer la cama... ah, tirar la basura... hacer los deberes de Fonética, estudiar para el examen de la semana que viene, comer en condiciones (que si no mi 1/4 de limón, como diría Kiri, me echará la bronca), ducharme y descansar un ratito. Y después, a clase, por supuesto. No como el otro día, que acabé no yendo a ninguna clase, y eso está muy pero que muy mal. Que luego me entran los cargos de conciencia y buaaaaaa.



Bueno, manos a la obra. Hoy voy a ser una persona adulta y responsable. Y será un día perfecto.(Y a la noche os contaré el desastre de día que seguro que ha resultado al final jajaja).

martes, 8 de abril de 2008

¡Felicidad!


¿A veces no os parece que todo os sonríe, que la vida es maravillosa, que a pesar de todas las cosas que van mal, todo va bien, que tus amig@s te quieren, que eres especial aunque sea para una sola persona en la Tierra, que no puedes dejar de sonreír aunque te sientas estúpido haciéndolo, que si alguien te pregunta, sólo puedes decir que todo es perfecto, que...?


¿Será que me he vuelto loca? Una explosión tal de felicidad creo que solamente se ha dado otra vez en toda mi vida, y de eso hace ya dos años, ¡toda una eternidad!


¿Podrá haber gente que no sepa lo que es la felicidad? ¿Será que buscamos la felicidad fuera de nuestros propios límites, y que la verdadera perfección está en nuestro interior? ¿Que no hay que buscar más allá, que la tenemos enfrente de nuestras narices y que, sin embargo, nos gusta sufrir y decir que no somos felices?


A veces sólo basta echar un vistazo a tu alrededor para ver que realmente hay gente que se preocupa por ti, que te quiere, que seguramente lo daría todo (o por lo menos muchas cosas) por ti, que te escucha, que confía en ti, que acude a pedir socorro, a llorar en tu hombro, a decirte tímidamente lo mucho que significas en su vida...


Nunca está de más repetirle a alguien lo mucho que le quieres. Las sonrisas, los besos, los abrazos, son tan baratos y dan tanta, tanta felicidad... Deberíamos regalarlos más a menudo. En el fondo, el cariño sincero es (quiero creer) lo único que no se puede comprar ni con todo el oro del mundo. ¿De qué sirve lo material cuando no hay nada en tu interior? Siento lástima de esas personas que no son capaces de sentir algo por otra persona. Es triste.


Puede ser que este fin de semana me haya dado cuenta de dónde está mi sitio. Ha sido un viaje largo, largo y muy intenso, pero al final creo que lo he descubierto. Mi sitio está en el corazón de los que me quieren y me aprecian por lo que soy, y no en un lugar geográfico o en un momento determinado de tiempo. El Aquí y el Ahora no existen.


Supongo que esto es una racha, una maldita racha de optimismo y felicidad en una pesimista suicida vocacional. Pero, ¿quién sabe? Cruzaré los dedos por que dure mucho, mucho tiempo, y por que esas personas que ahora están a mi lado no se vayan jamás de mi corazón, pase lo que pase. En estos momentos es todo tan irreal... aún dudo que esto me esté pasando a mí. Tengo algo así como un complejo de Shrek, el pensar que los demás tienen derecho a ser felices y yo no. Pues mentira. Pienso recuperar tiempo perdido y pensamientos absurdos. Soy feliz.


Los besos no cuestan dinero... Dejo cariño embotado y sin fecha de caducidad para quien lo quiera. ¡Atrévete a ser feliz!

miércoles, 2 de abril de 2008

Juan Salvador Gaviota, fragmentos

La única respuesta que puedo dar, Juan, es que tú eres una gaviota en un millón. La mayoría de nosotros progresamos con mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando enseguida de dónde habíamos venido, sin preocuparnos hacia dónde íbamos, viviendo sólo el momento presente. ¿Tienes idea de cuántas vidas debimos cruzar antes de que lográramos la primera idea de que hay más en la vida que comer, luchar, o alcanzar poder en la Bandada? ¡Mil vidas, Juan, diez mil! Y luego cien vidas más hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección, y otras cien para comprender que la meta de la vida es encontrar esa perfección y reflejarla. La misma norma se aplica ahora a nosotros, por supuesto: elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido en éste. No aprendas nada, y el próximo mundo será igual que éste, con las mismas limitaciones y pesos de plomo que superar.
****
¡Si nuestra amistad depende de cosas como el espacio y el tiempo, entonces, cuando por fin superemos el espacio y el tiempo, habremos destruido nuestra propia hermandad! Pero supera el espacio, y nos quedará sólo un Aquí. Supera el tiempo, y nos quedará sólo un Ahora. Y entre el Aquí y el Ahora, ¿no crees que podremos volver a vernos?
Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach.