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miércoles, 2 de julio de 2008

Zanahoria


Érase una vez una chica llamada Zanahoria.
Zanahoria tenía muchas ganas de viajar, y de ver mundo, de conocer otra gente, otras culturas, de tener experiencias e irlas apuntando en un pequeño cuadernito de viaje, de no volver a casa en mucho, muchísimo tiempo, hasta que comprobara por sí misma que el mundo era, en efecto, redondo.
Para poder viajar y pagarse, ya de paso, unos estudios, Zanahoria decidió trabajar.
Un buen día, terminado su último examen, se encontró de repente conteniendo las ganas de llorar en una estación de tren, contemplando con ternura a la persona que Zanahoria más quería en este mundo, que aún no se sabía bien si era redondo o no.
El tren arrancó, y aquella personita desapareció del paisaje de la ventanilla del vagón, yendo a confundirse con los demás borrones que decían adiós desde la estación. Zanahoria se sentó y clavó los ojos en el duro cristal, triste por las vacaciones que no iba a tener, pero sobre todo dolida de sueño y llena de añoranza por la persona que su corazón se resistía a dejar en la estación.
Llegó a casa un día gris como acostumbraba en su tierra, un día de verano y nubes. A Zanahoria no es que le entusiasmara el calor asfixiante del estío de su otra ciudad, pero se había hecho a él, y para ella significaba tantas cosas que no podía por menos que dejarle un trocito de su conmiseración.
Por la tarde se encontró trabajando.
Y al día siguiente.
Que es hoy.
Hoy, Zanahoria sigue mirando a través de los cristales de la oficina de turismo rural donde trabajará durante los próximos dos meses de su vida, y sigue recordando esa estación de tren y esos ojos con sabor a fuego que tuvo que dejar atrás, y a los que no sabe cuándo podrá volver a mirar.

Pero Zanahoria está contenta, porque, tarde o temprano, comprobará realmente que la tierra es redonda, y verá lugares y gentes extranjeras, y esa persona a la que tanto añora estará con ella, y le susurrará canciones y cuentos al oído las noches que no pueda dormir, y dibujará mundos de juguete en su espalda con su dedo y un poco de polvo mágico...

Érase una vez el comienzo de un sueño compartido.


Ilustración: www.polveradelsur.es



2 imaginan conmigo:

Carlota dijo...

Pues entonces creo que Zanahoria no debe estar triste para nada, porque como dice Ñoco la vida son segundos, y ¿qué son dos meses? pues eso... y mira lo que te aguarda: yo que tú sería muy feliz. Un beso, preciosa.

alfonso dijo...

Mira tú!
Anda, la tierra es de la forma en que tú desees imaginarla. La puedes reducir al taño de un guisantey asi podrás encontrar un tren que nunca salió. La vida seguirá igual, aunque sea solo unos segundos que dice Carlota.
Un beso.