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jueves, 3 de julio de 2008

Compartir sueños



Érase que se era una estrellita azul, que vivía sola en un gran planeta de color dorado. Todas las demás estrellas vivían muy, muy alejadas de ella, en urbanizaciones de lejanas galaxias donde nunca se ponía el sol y donde siempre era o mediodía o mediatarde.


Sin embargo, en aquel gran planeta dorado siempre era de noche, y desde allí se contemplaban todos los demás planetas que había en el universo, relucientes por la luz del sol que se reflejaba en ellos como un espejo de nácar.


La estrellita azul vivía muy triste porque no tenía a nadie con quien compartir sus sueños. Un buen día, llegó al planeta dorado un cometa reluciente y castaño, con ojos de polvo de sal y alma de arena y fuego. Aquel cometa tuvo que aterrizar de emergencia en el planeta de la estrellita azul, y ella le fue a socorrer toda asustada.


- ¿Qué fue que te pasó? - preguntó la pequeña estrella.


El cometa castaño la miró con sus ojillos plateados y sin fuerzas, y le contestó débilmente:


- Se me acabaron los sueños...


La estrella acogió al cometa entre sus bracitos azulados, y lo meció con cariño hasta que el amanecer nació en las demás galaxias, mientras allí seguía siendo noche cerrada. Lo acunó y le cantó hasta que él abrió de nuevo aquellos ojillos de polvo de sal, y entonces le dijo suavemente:


- Quédate conmigo, pequeño cometa, yo tengo sueños de sobra para los dos y me gustaría compartirlos contigo. Aquí me encuentro muy sola y no puedo hablar con nadie... ¿te quedarás?


El cometa, que había comenzado a relucir sin que la estrellita azul se percatara de ello, se hinchó del aire de color dorado del planeta y le dijo solamente:


- Sube a mi cola.


Y la estrellita montó sobre el cuerpecito flotante del cometa, que comenzó a elevarse y elevarse en el cielo, dejando tras de sí una polvorosa estela dorada y azul.


Cuando los dos volvieron al planeta, amanecía una nueva luz. La estrellita se sorprendió, porque allí siempre había sido de noche, pero algo en los ojos del cometa le hizo comprender en silencio.


Esa noche eterna, un maleficio se había roto.


La generosidad de la estrellita azul, al querer compartir sus ansias de soñar, habían hecho que el reluciente cometa, que se había cansado de soñar, pudiera renacer y volver a soñar.


Érase una vez el nacimiento de un sueño compartido.


3 imaginan conmigo:

Carlota dijo...

Y es que no hay nada como compartir sueños para que aparezca de nuevo la luz... que no es que estuviera ausente, es que estaba dormida :). Un beso, precioso cuento, estrellita.

Tesse dijo...

Ay que bonito...^^

alfonso dijo...

Sopla, sopla un viento favorable...

Gracias guapa. Me has hecho comprender la razón por la que los cometas se dibujan como una estrella con cola.
Ahora, cuando mire al cielo, te veré cabalgando un cometa.