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martes, 5 de agosto de 2008

Ilusiones que se van


Ayer pasé de nuevo, sólo para cerciorarme.

Pero el barrio se había ido, era verdad. No quería creérmelo, pero allí ya no había más que dos enormes moles de hormigón y ladrillo caravista, ambas dos a cuál más horripilante. Se entraba por la antigua entrada del antiguo barrio, y había a mano derecha un aparcamiento de nueva construcción, para los residentes de las dos moles azules de hormigón.

Recuerdo cuando de niña pasaba por aquel barrio. Todas las noches, mis abuelos y yo (cuando estaba en el pueblo) íbamos a dar un paseo después de cenar. Recorríamos casi todo el municipio, ya que es pequeño y no tiene mucho por dónde pasear, de modo que todas las noches visitábamos aquel barrio olvidado. Estaba casi escondido en otro más grande, y había que llegar a él por un tramo de camino mal iluminado y en mal estado.

En aquel barrio, a pesar de haber cinco o seis casas, solamente vivían dos señores mayores que se resistían a dejar aquello en manos del olvido y del polvo de la corrupción urbanística. Las demás casas estaban abandonadas, con las ventanas rotas, las puertas desencajadas y completamente vencidas y sacadas de los goznes, la pintura de las paredes desconchadas cayéndose a cachos... y la maleza, que se iba adueñando de la pequeña plaza desierta donde reinaba la luz titilante y vacilona de una única farola en una esquina apenas visible.

El camino de entrada estaba custodiado por dos enormes muros a izquierda y derecha, y el tramo se me antojaba siempre aterrador. Recuerdo que de niña me adelantaba a los demás y me quedaba a la entrada de la carretera, mirando hacia el barrio y hacia las únicas ventanas encendidas de la plaza, preguntándome a mí misma si sería o no capaz de adentrarme en semejante aventura. A veces sí me atrevía, e iba corriendo hacia la plaza casi con los ojos cerrados del miedo, y cuando por fin llegaba al manto cálido y protector que para mí constituía la luz intermitente de la farola solitaria, los abría y me quedaba allí mirando, observando, escudriñando en la oscuridad absoluta de aquel sitio alucinatorio. Cuando ya no podía más, arrancaba a correr hacia el otro lado del camino, hasta la entrada del barrio, y lo miraba una vez más desde la entrada, como pensando, mañana nos volveremos a ver las caras.

Pero el barrio ya no está. Se fue, desapareció. Y en su lugar, pisos y bloques para turistas adinerados que buscan una segunda residencia para sus placenteras vacaciones de verano. No es justo. Seguramente aquellos dos viejitos que resistían al olvido del barrio murieron, y con ellos murió el espíritu de aquella plaza, de aquella farola, de aquellas casas fantasmales, y sobre todo murió una ilusión. La ilusión de aquella niña que a veces se atrevía a franquear la puerta del mundo real para atravesarla hacia un mundo nuevo y fascinante, que cada noche cambiaba casi como las estrellas cambian en el cielo.

9 imaginan conmigo:

alfonso dijo...

Resopla resopla...

Son cosas del progreso. Progresos en contra de nuestros deseos en muchas ocasiones. En contra del sentido común. Contra la habitabilidad.... contra todo.

Hablando de viejecitos.... ¿has leído El deshaucio, en Outra Vaca...

Zanahoria dijo...

Nop, no lo he leído, pero allá marcho... espérame por ahí, Ñoco, que ya llego...

Zanahoria dijo...

Nu lo encuentro... :S
Y eso que me he revuelto los tres blogs enteritos.... por si vuelves y lo lees, dime en cuál está y en qué mes, please.
Besucos, Ñoco!

Luchida dijo...

Holas! El progreso es lo que tiene... Pretenden vendernos que todo es mejor cuando todo es peor. Y ya no sólo la corrupción urbanística, sino también los alimentos, los hábitos consumistas que aunque odio termino sucumbiendo... Ya que al menos se hubieran conservado esos pueblecitos de antaño... Cada día quedan menos...
Un besito :D

Anónimo dijo...

Es algo casi inevitable y además muy triste.
Yo también he visto como las pequeñas casas que componían parte de mi barrio las derribaban para hacer edificios nuevos. Ha perdido todo el encanto que tenía antaño.

Un besito muy grande, guapa. Me alegro que haya vuelto "la musa" de sus vacaciones... El último fragmento de tu entrada me ha encantado!^^
("La ilusión de aquella niña que a veces se atrevía a franquear la puerta del mundo real para atravesarla hacia un mundo nuevo y fascinante, que cada noche cambiaba casi como las estrellas cambian en el cielo"). Simplemente genial!!^^

Zanahoria dijo...

La verdad es que tienes razón, Luchida, cuanto más se supone que mejoran las cosas, más va todo a peor... nos quieren vender la moto de la globalización y al final todo se traduce en dejar nuestra identidad de lado.
Hay cosas que nunca entenderé... en fin.
Un beso guapa!

Sí que es triste ver desaparecer tu barrio poco a poco, Utopía, sobre todo porque son cosas que a ti te parece que han estado ahí desde siempre, y da pena perderlas. No sé, llámame nostálgica jaja.
Y me alegro mucho de que te haya gustado el post^^. Yo creo que las musas se han cansado de darme plantón y están pensando en volver. Habrá que verlo jaja.
Besos guapa!!

Libelula dijo...

me encanto tu blog!!!
wow!!
m sigo pasando bye bye

Zanahoria dijo...

Gracias, Zasi!!
Pásate cuando quieras.
Un beso!

Kiri dijo...

Creo que lamentablemente...poco podemos contra el "progreso". La casa donde yo nací ahora es un hotel de 4*...una penita:-). Un beso.